Gobernar es una responsabilidad
compartida entre quienes asumen el control del Estado. Parte de la eficiencia
en la gestión gubernamental se consagra en la
efectiva coordinación que sus distintas instituciones realicen. Así
mismo, el circuito de la eficiencia se ve complementado con la mística y la conciencia
de los funcionarios estatales aunada a la participación popular de los
ciudadanos y ciudadanas en los asuntos públicos por órgano de
la controlaría social. Para determinados casos, el gobierno
revolucionario se parece a un archipiélago de islas inconexas que realiza poca
articulación y sinergia entre sus entes y organismos. La promoción de EPS le
atañe en un alto grado al ejecutivo nacional y a las comunidades organizadas,
en menor al sector público.
Por lo tanto, pareciera sensato
pensar en la constitución de una instancia mixta (gobierno, comunidad, sectores
empresariales) que entre otras atribuciones, vele por la debida atención a las
EPS; asesore, acompañe, eduque y preste asistencia técnica; desate trabas y
nudos; haga seguimiento a las experiencias que vayan surgiendo, divulgue logros
y avances, etc. A juicio de los autores, este «Ente Nacional para EPS» por su
denominación genérica debiera estar regido por el Ejecutivo.
Decía Hegel que sólo el
esclavo es quien realmente conoce lo que es una manzana. Es el esclavo quien
siembra la semilla, la recubre de tierra, la riega, cultiva, habla al
árbol y al final la recolecta. Es quien la transporta, la limpia y prepara para
llevarla a la mesa en donde el Señor, ignorante de tanto esfuerzo, lo único que
hace es comérsela. Está al margen del proceso, pero obtiene todo el beneficio.
Por eso, dirá luego Marx es el esclavo (el oprimido) el que porta el
movimiento de la historia, pues es él quien se pregunta: ¿por qué si todo
lo que está ante mi vista ha sido hecho por nosotros, nada nos pertenece? En
esa novel esencial para la emoción revolucionaria que es Espartaco,
del escritor norteamericano Howard Fast, un decadente senador romano se
pregunta cómo es posible que, incluso una vez derrotado, el líder de
los esclavos siga dominando las mentes y los corazones de los vencedores y de
los vencidos:
«Y aquella gente, reunida para
pasar una noche en Villa Salaria, estaba obsesionada con Espartaco porque
Espartaco era todo lo que ellos no eran. Cicerón podría no comprender nunca de
dónde provenía la virtud de aquel misterioso esclavo, pero él, Graco, él lo
comprendía. El hogar y la
familia y la virtud y todo cuanto era digno, lo defendían los esclavos y lo
tenían los esclavos, no porque ellos fueran buenos y nobles, sino porque sus
amos les habían cedido todo cuanto hubiera de sagrado»
La contradicción entre opresores
y oprimidos entrega a los dominados una conciencia especial. La historia se
mueve porque la hacen seres humanos que piensan y sienten. No basta con
despojar a los trabajadores del fruto de su trabajo si no se les despoja
también de su determinación de ser, de su deseo de ser igual a los que tienen
más capacidad de elegir. Cuando los despojados construyen la conciencia de la
injusticia (cuando elaboran el dolor y lo convierten en saber), transforman su
deseo en acción colectiva y, si reúnen las fuerzas suficientes, llevan ese
impulso hacia el cambio social. Siempre fueron los necesitados los
que empujaron a la historia para salir de su necesidad.
Hoy, tras casi tres décadas
de neo-liberalismo esa inteligencia
colectiva de los trabajadores ha sufrido duros golpes. La conciencia de los
dominados se muestra más oculta que nunca en cualquier otro momento de la
historia. Como ya adelantara el genial cineasta Pier Paolo Pasolini, el
consumismo ha sentado las bases para una forma perversa de fascismo, un fascismo
socia lque se ha metido en los tuétanos de la ciudadanía y con frecuencia
le impide salir de ese círculo vicioso alimentado por el dinero y
cuyo único objetivo es una insaciable acumulación de fetiches.
Su conceptualización como
economía solidaria la convierte en una respuesta estructural que puede atreverse
a desbordar el sistema capitalista. El reto no es pequeño, pero la necesidad no
es menor. Recordemos una vez más las palabras de Jesús Ibáñez, para quien «cuando
algo es necesario e imposible, hay que buscar nuevas dimensiones». Nuevas
dimensiones como las que prometen abrir las Empresas de Producción Social rumbo
al socialismo del siglo XXI. El debate está abierto. Sólo los pueblos tienen
las respuestas porque son los depositarios de las convicciones. Y como decía
Bertold Brecht, los pueblos que tienen convicciones tienen esperanza
La economía social y popular
procura rescatar los
valores y prácticas locales, comunitarias, con sus procesos y valores
solidarios, cooperativos y humanistas, en donde las aportaciones personales y
de trabajo están por encima de la posesión de capital. Implica promover la
liberación del hombre de la esclavitud de la producción para el
mercado, siendo una estrategia articuladora de las propuestas emancipadoras
nacionales y las concepciones revolucionarias.
El interés en este
desarrollo de la economía está centrado en cómo las mayorías alcanzan niveles
superiores de desarrollo autodeterminado que conlleven a una auténtica
calidad de vida. En esta sección, hemos querido resaltar los rasgos
sustantivos del enfoque económico que desde las propias entrañas de la
población ha ido emergiendo, como nuevo referente del proceso bolivariano rumbo
al socialismo del siglo XXI. Las características de la economía social y
popular están basadas en un elemento participativo que, al asentarse
sobre la igualdad de los que participan en el trabajo, traslada la
democracia al terreno económico. Sus rasgos principales, cumplidos de
manera desigual según las condiciones, tiempos, lugares, historia, etc., serían
las siguientes: El trabajo es asociado y no meramente asalariado
(auto-gestión).
La propiedad de los medios de
producción es colectiva -salvo los recursos estratégicos que son
administrados por el Estado- y está ligada al puesto de trabajo (con el cese de
la actividad, se cesa la pertenencia a la empresa si bien se tienen los plenos
derechos laborales adquiridos).
El reparto de excedente es
decidido entre sus miembros, puede ser igualitario o en todo caso, puede el
colectivo decidir dar más a tal o cual (Cooperativismo, cogestión).
Promueve formas de apoyo
solidario entre los miembros, el entorno comunitario y de otras comunidades.
Sustituye el interés particular
por el social o bien «sustituir la irracionalidad individualista del capital
por la racionalidad social» como lo plantea Michael Lebowitz.
Sustituye los principios
mercantiles de representación de la voluntad societaria por democracia directa
y participativa.
Garantiza la autonomía de
gestión.
Los procesos de decisión son
democráticos.
Primacía de las personas y del
trabajo sobre el capital en el reparto de los beneficios.
Promueve un desarrollo fundado en
la localidad como totalidad, como expresión y punto de partida de la totalidad.
Actividades económicas ejercidas
por sociedades, principalmente cooperativas, mutualidades y asociaciones.
Tiene una concepción integral del
ser humano, y lo entiende en una necesaria relación armónica con los demás
seres humanos y con su entorno.
La «economía popular» o «economía
social» está inserta en estos principios, los cuales buscan romper con los
paradigmas de la exclusión que fueron consustanciales a la IV República y,
de manera más amplia, de la economía de mercado o economía capitalista. En este
sentido, y con el fin de abrir los caminos para la participación efectiva del
pueblo en el desarrollo nacional, el artículo 70 de la Constitución expresa que
las formas de participación económica que tiene el pueblo son
«…la auto-gestión la congestión las cooperativas en todas
sus formas (…) y demás formas asociativas guiadas por los valores de la mutua
cooperación y la solidaridad».
Estos caminos legales abiertos
por la Constitución para la participación económica del pueblo, se convierten
en el principio de una cadena constitucional que busca el establecimiento de
una economía de rasgos sociales y no individuales (aun garantizándose la
propiedad privada de manera clara). Por ejemplo, en el artículo 87 se afirma el
derecho al trabajo, procurándose adoptar todas las medidas correspondientes
para que el pueblo tenga acceso a un trabajo que le permita vivir con
dignidad. De esta forma, el apoyo y protección a la cogestión, la
autogestión y las cooperativas, se convierte en una medida tendiente a
garantizar que cada ciudadano trabaje y por ende pueda vivir con dignidad.
Ahora bien, el mundo sigue montado sobre la ola globalizadora de
carácter neo-liberal que atenta directamente contra cualquier
proyecto, promoviendo:
La participación en los procesos
económicos, estimulando las expresiones de la economía social, tales como
cooperativas, cajas de ahorros, mutuales y otras formas asociativas.
La participación de los
trabajadores o trabajadoras y comunidades en la gestión de las empresas
públicas mediante mecanismos autogestionarios y cogestionarios.
La creación de
organizaciones, cooperativas y empresas comunales de servicios, como fuentes
generadoras de empleo y bienestar social, propendiendo a su permanencia
mediante el deseo de políticas en las cuales aquéllas tengan
participación.
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